Página 13 - Revista Comerciar N

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Entre el pasado y el futuro
El pasado es muy manejable. Se puede buscar al
compañero de pupitre o a una exnovia y almace-
namos cantidades increíbles de datos. Al mismo
tiempo, se consume el futuro: cuando nos
endeudamos o al destruir el medio ambiente
para las próximas generaciones, por ejemplo.
Ha muerto el largo plazo, todo es a corto: la coyun-
tura política, la remuneración salarial por objetivos.
La destrucción de toda posible experiencia de
continuidad crea angustia e inquietud, el
mundo se ha quedado sin tiempo. Hay dema-
siada realidad, es muy penetrante, deja poco
espacio y poco tiempo.
El mundo empezó a tener la sensación de que
todo iba más deprisa con la Revolución France-
sa, en 1789, porque la historia ya podía hacerse,
quedaba en manos de la gente.
En 1820, los médicos franceses ya diagnostica-
ban la nostalgia como una enfermedad, la
primera asociada al tiempo. Luego es la revolu-
ción industrial la que exprime el uso del tiempo
en sentido económico.
El taylorismo, la organización científica de las
fábricas, se especializa en buscar, desenterrar y
anular reservas ocultas de tiempo libre. "Time
es Money" o el tiempo es dinero, dijo Benjamín
Franklin en el siglo XVIII.
En la actualidad, esta coacción ya se la hace uno
mismo con hojas de Excel, organizándose el
tiempo por franjas de media hora. Luego Amazon
nos entrega el paquete hoy mismo. Kindle nos dice
cuánto tiempo tardaremos en leer un libro. Un reloj
mide nuestras pulsaciones cardíacas.
El sociólogo alemán Hartmut Rosa habla de
"inmovilidad frenética" y diagnostica de forma
apocalíptica que nos hallamos ante un colapso
entre la expansión tecnológica y la creciente
sensación de que nunca conseguiremos los
objetivos que nos planteamos.
El tiempo es una duración de un antes y un
después, y en medio, los intervalos, decía
Aristóteles. Y hoy está desapareciendo el
intervalo, los ratos en los que no sucede nada.
Apenas tres minutos
La ciencia ha calculado que el tiempo de per-
cepción del presente en la conciencia es de unos
tres minutos. Quizá para un campesino medie-
val era un rato largo, pero ahora en ese lapso
recibimos varios mensajes, contestamos otros,
actualizamos diez veces la web que estamos
viendo y mientras tanto nos hacemos una foto
y pensamos en lo que haremos luego.
La pregunta es dónde queda el tiempo propio,
personal. Pensemos en la última vez que nos
aburrimos. Ya es una experiencia rara. Safranski
dedica un pensamiento muy interesante al
aburrimiento, donde se produce "el encuentro
paralizante con el puro pasar del tiempo". El
problema, obviamente, es existencial.
Goethe predijo ya hace dos siglos que el hom-
bre está hecho para vivir en "una situación
limitada" y que el vértigo de la anulación de
distancias le haría desgraciado.
La cantidad de estímulos e información supera
con mucho la capacidad de respuesta, la acción.
En todo caso, San Agustín o Wittgenstein sí
veían en vivir intensamente el presente la clave
de la atemporalidad, de la eternidad.
En Boyhood (2014), la magnífica película rodada
en el tiempo de la vida real de los actores, el
protagonista dice al final: "El ahora es lo único
que existe". Hoy es difícil tener una sensación
de eternidad, salvo quien tiene una hipoteca.
Se impone pararse un rato a pensar. Y olvidar-
se a sí mismo, que es olvidar el tiempo, una
bendición que da el arte o el amor.
Wagner es capaz de levantar una experiencia
estética total que anula el tiempo, una ópera de
cinco horas, por ejemplo. Aunque hoy la expe-
riencia artística es a menudo industria de
entretenimiento (para que el tiempo pase).
Todo esto es nuevo para la humanidad y los
más jóvenes viven ya en ese mundo nuevo.
Manuel Cruz cuenta que, en una clase sobre el
concepto de generación, preguntó a sus alum-
nos cuál sería el evento distintivo que les
podría definir como tal, como generación del
68 o de la Transición española. Hubo descon-
cierto y al final uno respondió: la introducción
de la tarifa plana de Internet.
Goethe predijo ya hace dos
siglos que el hombre está
hecho para vivir en "una
situación limitada" y que el
vértigo de la anulación de
distancias le haría
desgraciado.